miércoles, 22 de octubre de 2008

MISS METRO O EL SUBTECANTROPUS ERECTUS

“Le recordamos a los señores usuarios que, por su propia seguridad,
deben mantenerse alejados de la raya amarilla,
alejados de la raya amarilla, alejados de la raya amarilla”

(Voz en off que me persigue a toda hora, en todas partes,
sin poder apagarla, ni bajarle el volumen,
ni cambiar el mensaje, ni...)


Lo que en un comienzo era un ingenuo pasatiempo que me servía para alegrarme los ojos y el espíritu camino al trabajo, se ha convertido en una auténtica obsesión que ha ido arruinando mi matrimonio, mi familia, mis finanzas y mi profesión, llevándome a un estado físico y mental deplorable.

Vivo metido en El Metro de lunes a domingo, desde las seis de la mañana y hasta las diez de la noche, con los recesos mínimos indispensables para comer algo, fumar, ir al baño y dormir unas cuantas horas –cada vez menos– pues del insomnio paso a una pesadilla repetitiva y angustiosísima que, simplemente, no resistiría recrear ahora, a la luz del día y en voz alta, para no tener que escucharme yo mismo diciendo que...

Las persecuciones que me planteo bajo tierra, “al dictado de la locura” como tituló su obra Gerard de Nerval, me conducen de La Yaguara a El Valle o de Las Adjuntas a Palo Verde en una misma mañana, a pesar de lo mucho que detesto hacer transferencias. Pero, claro, estos son casos excepcionales, heroicas misiones imposibles que emprendo para “llenarme” de esos adorables sujetos de mi deseo y obsesión que me mantienen extraviado dentro de este interminable y sorprendente laberinto subterráneo del Metro. Hay un no sé qué telúrico (estoy intelectualizando, vicio profesional, soy consciente de ello) que me subyuga, convocándome sin descanso a estas gloriosas cavernas.

Y de académico de antropología he pasado a ser una parodia lastimosamente underground de Osmel Sousa clonado con Joaquín Riviera: un clon del clown que aspira asmáticamente a montar un concurso, ya no de belleza sino de buenitud, de buenura, pues, de ritmo de caderas y sabrosura al caminar, mi amor, de medidas extremas que sobrepasan cada uno de los cánones de buen gusto, de voluptuosidades desbordantes y exageradas, obscenas, ramplonas, rimbombantes, censuradas por las propias prendas íntimas que amenazan con desabrocharse justo ante nuestros boquiabiertos ojos y saltar, alcanzarnos, salpicarnos de puritico gusto, complacencia y placer voyeur del mirón que, al fin, aunque sea por una única vez en su puñetera y virtual existencia, pueda “llegar” y descargar, loco de contento, su siempre reprimido y más turbado que nunca cargamento de infelicidad.

Miss Metro sería, por otra parte, un concurso barato en toda la extensión de la palabra, indiscriminado y no excluyente de aspirantes y categorías, sin luminarias ni lentejuelas, pleno de improvisación. Se trataría de una feria popular que huele a dentífrico matinal, al champú y al enjuague mezclados con el sudor rancio del final de la jornada salarial, la comida rápida del mediodía y el pachulí nocturno que invita a celebrar nuestras miserias de cada día.

Porque bajo tierra, en las entrañables entrañas del monstruo que conozco en profundidad, tiene lugar, casi todos los días del mundo, el más trepidante y azaroso desfile de belleza mundana que se pueda imaginar.

A un ritmo palpitante, soberbios especimenes del género femenino, en oleadas irregulares (a veces escasas, ahora impetuosas), toman por asalto –precoces, desvergonzadas, presumidas, feroces– el tren y los andenes, las escaleras mecánicas y los vagones, hostilizando con su hermosura irresponsable, hiriente y sobrecogedora, todos los ojos que, de par de dos en dos, coinciden sobre sus cuerpos espléndidos, posándose y regodeándose con glotonería, reinventando nuestras más bajas pasiones, nuestros deseos más rebuscados y roñosos que rebotan dentro de nosotros, sin atreverse a traspasar la raya amarilla de la conciencia.

Y es que en este placentero infierno sumergido, una incesante legión mefistofélica de diablas y demonias sin pedigree, pero con caras y cuerpos de semidiosas, nos desatan sin remedio la bestia dormida, despertándola y dejándola insomne, desvestida y alborotada como quien dice, sin derecho a réplica, sin derecho a nada, aullándole en silenciosa desesperación a una luna llena que imaginamos allá arriba, allá afuera, perturbadora y lejana.

Son hembras hechas en el cielo, en celo, celosas: euro-caribeñas, asiático-tropicales, producto del más sabroso y delirante mestizaje-jé. Con senos, glúteos, curvas, caderas, voluptuosidades hiperbólicas, cimas y abismos hirientes que se te incrustan en los ojos y se te alojan en el alma. Y ya nada, nunca, volverá a ser igual. Estás atrapado, perdido, extraviado dentro de ti mismo.

Es básicamente, un mecanismo natural de selección de la especie. Irreprimible, irreversible e implacable. Que nos hace descender en la escala evolutiva, presos de los instintos más primitivos, hacia nuestros más primigenios primos: aquellos simpáticos primates que ilustran la portada de la teoría darwinista.

Tamaño tremendismo me impulsa a preguntarme si terminaremos arrojándonos a los rieles electrificados, ante el avance trepidante y ensordecedor del tren, para poder acabar de una buena vez, poniéndole fin a nuestras miserias de subtecantropus más o menos erectus. Eso u organizar de verdad-verdad el Miss Metro: montar toda la parafernalia del concurso, buscar los patrocinantes, seleccionar a las aspirantes, decidir quién será parte del jurado y etcétera. Eso o, en plan mercenario, fundar la Interculing-culing company, empresa con el objeto único de cazar, someter, domesticar y comercializar a escala global a toda hembra de uña que se le ocurra trasponer los torniquetes del Metro.

domingo, 12 de octubre de 2008

SU NOVIA ES VENEZUELA

Este título me lo inspiró un catalán muy agradable que conocí en una de las tontas y tantas esperas vividas en un aeropuerto nacional y que, muy al contrario de aquel "Turista Accidental" (la película norteamericana protagonizada por William Hurt), aparté mi periódico del rostro para entablar amena conversación con él.

Joaquín, que así se llama este curioso catalán que te suelta -al peor estilo de luisherrera- expresiones criollas con su marcado acento que se detiene exageradamente en las "eles", pronunciándolas con la punta de la lengua enrollada hacia el paladar, resultó ser un industrial que vivió 20 años entre nosotros, adaptándose de maravilla y pasándola gustosamente en esta pequeña Venecia. Casado con una coterránea y con cuatro hijos venezolanos y venezolanizados, Joaquín vuelve, presionado por las epilépticas circunstancias económicas (la coyuntura que dicen) y azuzado por su extensa familia de ultramar, a su Cataluña natal.

El hombre me lo refería con pesar, comentándome cuánto le dolió vender su factoría, su quintica y su añejo rústico donde él y los suyos recorrieron medio país, con el testimonio audiovisual que proporciona una "handycam" y el registro iconográfico de varios cientos de fotografías donde siempre aparecían ellos (los Castells, pues), en medio de una diversidad de paisajes contrastantes: el matrimonio mojándose frente el Salto Angel; los chamos dándose un chapuzón en Morrocoy; media familia en contraluz ante un ocaso en Juangriego; todos juntos asomándose de un vagón del teleférico merideño; la señora cabalgando un camello en los médanos de Coro; Joaquín cambiando un caucho en pleno puente sobre el Lago o bailando tambores en Barlovento... Eso y dejar atrás compadres y amigos, "mi familia criolla", decía, era lo que más lo "fregaba".

Ahora, trataba de animarlo yo ante su guayabo nacionalista in crescendo, nuestro compatriota nacido en la Barcelona primigenia tenía que trastocar hábitos de consumo y sustituir el aceite branca por el de oliva, la arepa por el pan, el diablito por el jamón serrano, el queso paisa por el manchego, el ron por el brandy y así sucesivamente. Eso o ingeniárselas para abastecerse, allá en la madrísima patria, de harina de maíz, caballito frenado, caraotas negras, el oso y mejor pongamos etcétera.

Ya no habría tampoco, protestaba él, su peña del 5 y 6, ni sus compinches del dominó, ni los terminales del kiosquito de la esquina, ni carnaval electoral, ni empanaditas de cazón, ni hallacas, ni el refresco de "colita" para sus hijos (sabor inventado aquí que, simplemente, no existe en ninguna otra parte del mundo), ni el jabón azul de panela que tanto usaba -en copretérito- su esposa, ni el popular olor a lavansán... Se acabarían para él, también, las proverbiales trancas de la autopista cuando aprovechaba para escuchar la radio a todo volumen y tararear las melodías de salsa, a voz en cuello, como un Oscar De León desteñido. Se despedía, además, este paisano de Serrat, de las colas kilométricas que hacía para renovar la licencia de manejar y la cédula, así como de toda esa indigestión de semáforos en rojo y calles en flecha.

¿Qué contra-argumentar?, pensaba yo, resistiéndome a la cruel tentación de, usando esa, su misma letra, componer un sarcástico bolero. Pues bien, a mí no se me ocurrió nada, ni mejor ni peor, que remitirlo a uno de esos kilométricos almacenes mayoristas (hiper-mercados, les dicen con eufemismos, club de grandes consumidores) que se pusieron de moda a partir del 27-F, para que comprara, en cantidades industriales, todos aquellos productos de la industria nacional que él y su familia iban a echar tanto de menos.

Cuando finalmente nos despedimos, a mí se me metió en la cabeza, fruto de la picaresca nacional, que Joaquín segurito lo que iba a extrañar era a alguna novia venezolana, morenaza ella y de ojos verdes, con nombre indígena y apellido sonoramente extranjero, producto socio-cultural del mestizaje policromático y enriquecedor que tantas bellezas de cetro y corona ha prodigado a esta deslumbrante tierra de gracia que maravilló y sedujo tanto a Joaquín como, en un principio, a Colón himself (y es curioso, pero nunca deja de sorprenderme cómo los venezolanos descubrimos nuestro terruño a través de los ojos de los demás, de ojos ajenos, ¿no?, que se convierten en propios con el tiempo).

Me imaginé entonces a Joaquín soñando en plan nostálgico con todo ese tropel de ejemplares vernáculos que pugnan por explotar y desbordarse de sus bluejeans apretadísimos en las cuñas de pantalones. Féminas siempre sonrientes y curvilíneas parecidas, sin duda, a la novia que el musiú veía clandestinamente entre semana. Pero luego rectifiqué y me dije, convencido, que no. Que la novia de Joaquín no era de carne y hueso. Que la novia de nuestro curioso y cabizbajo catalán era (o no era otra que) Venezuela.

lunes, 14 de julio de 2008

Misseszuela Ven: ¿será beldad tanta belleza?

Y yo que pretendía no postear nada más hasta septiembre u octubre por aquello de las vacaciones veraniegas, pero resulta que no. Que los venezoos nos hemos vuelto a poner las botas y a batear otra vez el jonrón de la belleza. Que Osmel se muere de purita emoción, aunque no se le nota (ay, qué nota: ni se mueve ni se nota), gracias al botox, mi amor. Que la industria de la belleza está impertérritamente en marcha.

O sea, pues, que volvemos a exportar misseszuelas en masa, aunque la idem no esté pa' bollos, misia. Ya que no ganamos olimpiadas, por lo menos nos resarcimos en buenura, mijita, en buenez, en nacional-cheverismo y así vamos lagrimeando ando pal cielo. Estética pelética pelimpumpética que la factoría Souza clona clona clona clona clona clona clona clona clona clona clona clona clona clona clona clona clona clona clona clona clona clona clona clona clona clona clona clona clona clona clona clona clona clona clona clona clona clona clona clona clona clona. Es el bochinche, es el berrinche de la belleza creole que recobra su ¿corona o su cetro?

Irene Sáez, Pilín León, la Sayalero ero ero, Tetiana Capote, Maríaconchitalonso y Susana Duijm (la ex-miss que añoraba degustar caraotas con espagueti en su chinchorro mientras se ladillaba de París —Francisco Massiani dixit: "una ciudad acostumbrada a la belleza"—), todas ellas, ellas todas, pueden volver a suspirar tranquilas: una caraqueña de 22 tiernitos años las ha relevado en su tradición prosopopéyica en este neosiglo, tercer milenio cibercochambrosamente demagógico, digital e incluyente.

¿No es beldad? ¿Sera beldad tanta tonta tanta eza belleza?

sábado, 5 de julio de 2008

Googlemanes por doquier, for ever and ever, everywhere, and who cares?

—¿Y de qué está disfrazado el niño?
—Ah, pues, señora, ¿no lo está viendo usted cargando con su lonchera y su laptop? Mi hijo está disfrazado de Googlemán.
—Ah, claro, disculpe mi webignorancia mezclada con mi presbicia y ciberimpertinencia, pero dígame una cosa: ¿y va a meter a su carajito en algún plan vacacional y tal?
—Por supuesto que sí, mi hijo va directo de cabeza al taller hiperintensivo existencial de full total facebook. Imagínese que son doce horas diarias pegado al computador.
—¿Y esa vaina no es mala pal niño?
—Qué va, doña, usted como que está más jurásica que el bobo barbudo de Spielberg. En este taller hiperintensivo existencial de inmersión total usan un método skinneriano/pavliano de condicionamiento operante, consistente en que cada vez que el ciberchamo se equivoque en algo o dude o cabecee de sueño o de tedio o de hiperactividad o de hambre o de incontinencia esfinteriana, pues recibe un corrientazo que lo espabila, que lo desawebonea, pues...
—Ah, mire lo que son los adelantos tecnológicos de este tercer milenio que parece que va a ser el último, ¿no?
—Ay, no se me vaya a poner apocalíptica, sino integrada, como escribió el tercio aquel mentado Umberto sin hache Eco, ¿okey?, mire que el mundo ahora se divide en cibersapiens y cibersaurios y esos últimos serán los primeros en joderse darwinianamente y desaparecer a la velocidad de un click, de un "eliminar", pulsando la X de arriba y a la extrema derecha del páter, del váter, del wáterclose, naufragando en el Guaire sobre una web-balsa, ciber-patera, high tech-Noé sin (m)Arca, Bolivia con su "Sierra Nevada", Leonardo Di Caprio hundiéndose en su Titanic, mientras Bill Gates degusta y campanea su scotch on the rocks, clean sin clon, aunque very old clown of his own.

sábado, 28 de junio de 2008

EN ESTA PUTA CIUDAD: parafraseando a Fito Páez en Caracas

En esta depauperada ciudad-cicatriz que se nos ha vuelto Caracas, un pedigüeño me acaba de anatemizar con que me van a "asaltar y matar y quitar mis millones y mi quinta en Alto Prado", simplemente porque me negué rotundamente a darle "una colaboración" mientras merendaba helados junto a mi esposa y mi hija en un local comercial perteneciente a una cadena de fast food. Ahora resulta que debemos agradecer que nos "pidan" y no nos "asalten", total, eso "no nos va a enriquecer ni a empobrecer" y "usted es el único que no me ha dao (sic) nada".
Así que, en complicidad con mi hija, me puse a cantar la tonada de Fito, aunque versioputeándola:
"en esta puta ciudad
todo es una cagada de elefante
en medio de una cicatriz gigante
buen día, oxazepam,
buen día, circo servil..."

martes, 22 de abril de 2008

Abstracto bilingüe: narrativa urbana, ¿exiliada?

Yo no sé lo que es el insomnio. Ni el estreñimiento. Deduzco que un insomne es alguien estreñido del sueño. Y un estreñido, un insomne de heces. Ano en vigilia. Náufrago del baño. Culo en vela. Sin viento. ¿Existirán los exámenes fecales del sueño? ¿Para sueños intestinos que son una mierda? ¿Poblados por lombrices parasitarias del insconsciente? Pesadillas húmedas y malolientes. Que estés con Jennifer Connelly o Liv Tyler, ambas desnudas y no se te pare. Por ejemplo. ¿Aún se practican análisis oníricos de desechos digestivos? En la antigüedad, los oráculos leían las heces de sus amos. Escatología sin excusas ni arrepentimientos. Escritura esfinteriana que auguraba lo próximo. ¿Eres lo que sueñas o lo que comes? ¿Nuestros sueños son basura de la psique? Tanta paja mental y no me he metido nada. Ninguna sustancia psicotrópica. Aquí en gringolandia ni de vaina. Ni en sueños. Apenas drogas lícitas. Alcohol y nicotina. Cafeína y nicotina. Light, pero nicotina. Allá, en Caracas, yo era sólo 1+ de los ejecutivos junior de la oficina. Aquí, en Miami, soy mister dishwasher. De sueldo mínimo. 3 turnos de 2 horas, 6 días a la semana. Un par de comidas calientes gratis por jornada laboral, sin repetir, watch your step, señor. Y why not si me queda tiempo libre que jode. Para dormir hasta el mediodía y tomar litros de café aguado maquillado con media docena de potecitos de half & half (mitad leche y mitad crema ¿de qué?, dice en letras minúsculas el empaque). Brunchear apple pies y cheeseburgers. Balbucear este espanglish, castinglés, inglellano o ingleñol que me asquea. Pero beacheo todos los días. Uniformado de cholas y bermudas estridentes. Y mi carro propio, reusado, 8 cilindros, con el techo de vinyl leproso por el salitre, que chupa gasolina que jode, pero el air conditioned te congela el sudor antes de que se atreva a asomarse a tus poros y el cd suena a poliedro portátil y rumboso. Renuncio a las arepas, al ron, a los cigarros criollos y al oso. Que se pudran en el microwave las hallacas de mi mamá. Atrás dejo los culos vernáculos y su maraqueo. Me ladillan los coterráneos que suspiran por el Avila y los cachitos de jamón. La nostalgia del inmigrante es cursi y llorona.
(EXTRACTO DE MI RELATO "ABSTRACTO BILINGÜE", PUBLICADO EN LA ANTOLOGÍA NARRATIVA DE ALFADIL "DE LA URBE PARA EL ORBE", CARACAS 2006).

martes, 8 de abril de 2008

EL ORÁCULO VIVE EN MIAMI

(FOTO: OUKA LEELE)


—Oiga, señora, disculpe que la moleste, pero dígame una cosa: ¿esta cola para qué es?

—Ay, miss-ia, esta cola es para poder ver, oír y consultar al oráculo, pues.

—Ah, sí es verdad, el oráculo que ahora vive en Mayámi.

—Sí que sí, paisana, el mismo que se vino para acá, overseas, y que nos ilumina con su palabra, con su verbo incendiario y encendido.

—Ay, sí, coterránea, y el mismo que alebresta a quienes se quedaron todavía allaíta, pues, por allá, acullá, descarriados en la otra orilla.

—Sí, pero el oráculo, instalado aquí, dictamina lo que ellos deben hacer y deshacer, calarse y admitir, considerar y postear por allá.

—Y es que nadie es profeta en su tierra, mijita, y entonces hay que venirse pa'cá pa' terminar de iluminarse y mayamizarse.

—Ya lo dice el refrán: "quien no se mayamiza, no llora".

—Ajá, y el que quiera llorar que coja su camionetica o su metrobús y se vaya a llorar pal' Valle, Valle Abajo, Coche, Las Adjuntas...

nadie es profeta en su tierra

nadie es profeta

nadie

miércoles, 2 de abril de 2008

AUXILIO, EXILIO

—Mami, ¡qué bueno que me llamaste!

Mami, me siento tan sola, tan fuera de sitio. Aquí la gente es tan rara. No se colean. Hablan bajito. Te saludan y se despiden todo el tiempo y en todas partes. No se comen las flechas y se detienen en cada esquina, mirando atentamente a derecha e izquierda, antes de reanudar su marcha. Respetan la luz roja del semáforo. Cruzan por el paso peatonal. Ceden el paso. Te desean que tengas un día agradable y te preguntan, en los cafés y restaurantes, si todo está a tu gusto, si quieres otro vaso de agua con hielo, si deseas azúcar o sacarina.


Mami, es increíble, cuando te citan a una hora, llegan con una puntualidad que me marea. Aquí todo es en punto, nada de más o menos. Los asuntos son exactos. Si te prometen entregarte algo, no sé, un día específico y en un lugar determinado, puedes cortarte una que así será, con precisión milimétrica. Cuando cometen algún error, por estúpido que sea, se deshacen en excusas que te producen pena ajena y una diciéndoles que no se preocupen, que no importa, que no pasa nada y ellos, que no pueden creerse lo que están oyendo, te observan asombrados. Ahora, si tú incumples algo, se acaba el mundo. No te gritan ni gesticulan, pero sus miradas gélidas y pequeños rictus de desaprobación son suficientes, créeme, mami. No tienes idea de lo mal que me hicieron sentir aquella vez que se me olvidó entregar un trabajo en la universidad. Te juro que no lo repito. Imagínate, mami, que ahora anoto todito para que no se me pase nada. Ah, y me compré un segundo reloj despertador, más grande y con una alarma que suena durísimo, para no quedarme dormida ni siquiera unos cuantos minutos de más. Hasta tengo una pizarra enorme en mi habitación donde escribo en letras rojas mis asuntos pendientes. Oye, mami, y aquí las fiestas son de un soso. La música la ponen bajitica y, justo a la medianoche, todos se van al mismo tiempo como si hubiese sonado un timbre de advertencia dentro de sus cabezas. Yo fui la última en irme, sorprendida, sintiéndome la propia cenicienta. Y los trámites, mami, el papeleo que tú tanto detestas y por eso vives pagando un realero a los gestores, pues aquí no cuestan casi nada y son sencillísimos, rápidos. Sigues las instrucciones claritas que los funcionarios te repiten cada vez que les preguntas, sin llamarte mi amolcito ni mamacita rica, y listo, mami. Los hombres sí te miran, con disimulo, pero te miran. Principalmente el culo, herencia tuya, mami. No me piropean, pero me tocan con la vista cuando camino porque tú sabes que las caraqueñas nos contoneamos sabroso y bueno, ¡qué le vamos a hacer! Pero a ti te consta que yo no soy coqueta, mami, me cuido mucho el cabello y la piel y las uñas, pero yo no ando alebrestando gringos por ahí. Oye, porque yo te hago caso a lo que tú y papi me dijeron de no empatarme con otros latinos, ya que para eso me quedo en Venezuela. Hay que mejorar la raza, me acuerdo que decía mi abuela. Y en eso ando, pues, mami. Buscando a mi príncipe de ojos azules o verdes y catirito o pelirrojo, pero sin pecas. Cuando lo conozca le voy a enseñar a bailar salsa, mami, aunque todos son tan faltos de ritmo y patulecos. ¿Serán también así en la cama? ¡Ay, perdón, mamita, por un momento me olvidé que estoy hablando contigo! No, mami, que no, yo sé, sí, mami, nada de eso, nada de sexo. Bueno, o con preservativo, dos preservativos, tres preservativos, toda envuelta en celofán. Mami, no tranques, que estoy bromenando. Mira, te juro por la virgencita de betania que hasta después de casarme, nada de sexo. Mami, ¿y una sobadita para el muchacho? Tú sabes como se ponen los varones y si no se alivian, buscan a otra. Ta’ bien, maíta, nada de nada. Para que no se crean que una es regalada. Ya sé que yo soy una muchacha de mi casa, sí, mami, una miss, una señorita decente dignificando mis apellidos. Mami, yo sólo estoy echando vaina para combatir esta depre, este guayabo.


Ay, mami, ya me saqué la licencia de conducir, que aquí es como la cédula, bueno, es el único documento de identidad, y mi carnet universitario me sirve para la biblioteca, el gimnasio, la proveeduría estudiantil, el centro de comunicaciones, la lavandería automática, los cajeros bancarios y me da derecho a descuentos en el transporte público y espectáculos. Ay, mami, pero extraño tanto el bullicio, la rochela, ese desorden tan rico de por allá que me suena a concierto de son caribe con tambores, tumbadora, cuatro, maracas, guitarra eléctrica y trompetas. El corneteo de los carros, los insultos en el tráfico. No me lo vas a creer, pero me está haciendo falta hasta el hecho de tener que vivir alerta, pilas, pues, vigilando mi celular, mi reloj, mis zarcillos, mis pulseras, mis anillos, mis piercings, la montblanc que se empeñó en regalarme mi papá cuando me gradué, mi cadenita de oro blanco con las medallitas de tu corte celestial, mis zapatos rockport y botas bostonian, mi cartera. Mami, me tengo que ir. ¿Cómo que adónde? ¡A repasar la materia! Sí, con un grupo de estudios y el profesor guía que nos asesora. Sí, mamá, ahoritica en la noche. Acuérdate que el horario allá es diferente. Yo también te quiero. Recuérdale a mi papi mandarme la plata. ¡Mamá, tengo que comprar libros! Sí, más libros y materiales. Mi papá siempre dice que la cultura cuesta. Soy juiciosa, sí, y agradecida. Yo sé que esta vaina de mis estudios aquí les cuesta una bola de billete a ustedes. Y en dólares, sí, divisa extranjera. Y los trámites, sí, son una ladilla. Pero, mamita, yo los voy a compensar que jode cuando me gradúe. No, mami, falta un poquito más que eso. Sí, entre dos años y dos años y medio. Y te vas a tomar una foto con mi toga. Y el birrete. Y el diploma. Toda la familia abrazada. Hasta el nerd de mi hermano. Está bien. Que sí. Me disculpo por decirle así a la joyita de my brother, tan estudioso e inteligente y considerado estudiando allá en la Simón Bolívar, de cabeza en el valle de Sartenejas. Sí, esta bien, le voy a responder sus correos electrónicos, pero dile que no me mande tonterías que me embasura mi mail con sus pendejadas tecnológicas que a mí no me sirven para nada. Que se acuerde que yo estudio arte. La armonía y la belleza. Para maquillar el mundo y borrarle sus arrugas. No, mami, ya te dije que en verano no puedo ir a visitarlos. Porque voy a tomar un curso de fashion. Fashion designer, sí, intensivo, de ocho semanas y no me queda tiempo ni para pasear un poquito. Sí, señora. Sí, señora. Sí, mi teniente-coronela. Nada de política. A mí no me interesa eso. No me sirve para nada.


Ay, mami, mándame la crema de zábila que preparan en la tienda naturista. Aquí la llaman aloe-vera y es cariñosísima. Por Fedex, acuérdate de Tom Hanks en la cuña larguísima, digo en la película. Yo sé que es caro, pero llega. Y Cri-Cri y Miramar y tostoncitos dulces y café y Belmont. Embuste, mami, que yo no fumo. Es para unos panas venezolanos a quienes les aposté que por aquí se conseguía Belmont. Bueno, mi madre, ahora sí mejor nos vamos despidiendo. ¿Y no se va poner mi papá? ¿Está trabajando? ¡Umjú! Sí, mamá, yo sé que mi papá es un hombre muy serio que trabaja desde los 16 años. ¡Yo no estoy sugiriendo nada de que mi papá te esté montando cachos! Y si fuera así, alégrate. Por lo menos te deja quieta con tus cosas, tus amigas, tu bingo. ¿Has ganado? Puras líneas, no, mamá, eso es pura pérdida. No, tú sabes que a mi no me gusta jugar. En todo caso, cuando me acerque a Las Vegas. No sé, mamá. No, no tengo ninguna escapada planeada. Era solo un comentario para hablarte de cosas que te interesan. Bueno, te tomo la palabra. Después de mi graduación, dejamos a mi papá y a su nerd favorito jugando golf y nos vamos tú y yo para Nevada, Atlantic City. Okey. A Las Vegas. Nos alojamos en el emyiém y celebramos en un club de stripers donde los tipos se quedan en pelotas mientras nosotras brindamos con cocteles Shirley Temple. Porque me lo contaron unas compañeras de clase. No, mamá, no son mala influencia. Son apenas unas classmates con las que converso para reforzar mi inglés y que no digan que si las latinas no nos integramos. Anda, atiende tu celular. No te olvides de mandarme platica. Sí, lo de siempre. Y un pelín más si pueden. Bendición, mami. ¡No, llama tú, que pagas en bolivaritos devaluados, ah, y aprovecha hasta que te los acepten!

jueves, 13 de marzo de 2008

VIACRUCIS VIAJERO EN SEMANA SANTA

Viajar en Venezuela es toda una aventura que supera cualquier previsión o expectativa posible, más allá, incluso, de la ciencia-ficción y la caricatura (ambas especialidades juntas, si se quiere). Stephen King, Spielberg, Kafka, Bradbury, Lovecraft y algún otro cultor del género que a usted se le ocurra, se quedaría virtualmente pendejo (al igual que el tan mentado pesimista anglosajón apellidado Murphy, con su infeliz ley que se ufana en que "todo aquello que pueda salir mal, así saldrá"), ante las aterradoras posibilidades que acechan al viajero (por aire, tierra o mar) en nuestro país. Tan es así que los siempre apurados y expectantes guionistas de "La dimensión desconocida" y "Aúnque usted no lo crea" tendrían, con el simple hecho de entrevistar a los impenitentes usuarios de nuestros impertinentes no-prestadores del servicio de transporte, materia prima para escribir miles de programas, con renovadas, asombrosas e ilimitadas variaciones sobre el mismo tema.

Obviemos, por ahora, medios de desplazamiento y locomoción tales como teleféricos, escaleras mecánicas, ascensores panorámicos, trenes, peñeros, funiculares, monorrieles, lanchas rápidas, ferrys (que merecen, sin duda alguna, capítulo aparte), autobuses ejecutivos y otras especies, para abordar, una vez más, el avión. Sí, sí, sí, el avión, la modalidad de transporte universalmente más rápida y que, en el caso Venezuela, se convierte en la máquina del tiempo: en la máquina de hacernos perder tiempo. Tiempo irrecuperable, valiosísimo, un recurso natural no renovable que ninguna aerolínea, por más cachitos, cervezas y excusas que nos ofrezca (cuando lo hace) nos puede compensar, restituir ni devolver. Se trata, pues, de tiempo muerto, tiempo ido, tiempo "en el aire" (y uno varado en tierra), tiempo perdido. Pero vamos a ponerle alas al asunto.

Imagínese por un momento que todos los viajeros "embarcados" en Venezuela constituimos una asociación que podría llamarse VIVEM y cuyas siglas significarían Viajeros venezolanos embarcados. Soñemos un poco más, con los ojos bien abiertos y los pies bien puestos contra el suelo del aeropuerto, y digamos que logramos (por vía de la presión sostenida, obstinada e inteligente) que algún utópico organismo estatal de protección al usuario decrete una indemnización al viajero del sin-cuenta (sic) por ciento del costo del pasaje por cada hora de retraso o fracción. Aquello sería una auténtica gozada, nos volveríamos un país de viajeros frecuentísimos y multimillonarios, eso o las aerolíneas que operan entre nosotros se verían obligadas, por la ley del dinero, a funcionar como impecables y eficientísimos relojes suizos, de los que ostentan garantía de por vida.

Eso o nos salen alas y volamos por nuestros propios medios. El filón del negocio estaría, entonces, en aprender a volar rapidito, contratar a un gestor para que nos resuelva toda la permisología y montar una academia de vuelo, sin necesidad de hélices ni turbinas, transformándonos en una nueva especie ornitológica criolla: el "pájaro-bolsa". Eso o nos ganamos el premio gordo de alguna lotería, a ver si nos alcanza para comprarnos una aeronave propia, rogando, eso sí, que nuestro piloto y aeromoza no se declaren nunca en huelga. Así que nos vemos entre nubes y feliz vuelo.

viernes, 7 de marzo de 2008

ESTADO CIVIL: CA(N)SADA

Ultimamente mi esposa me ha venido preocupando. Pensé que era un simple lapsus, pero no. Cada vez que ella tiene que llenar alguna planilla, en la casilla correspondiente a "estado civil", mi cónyuge escribe –textualmente– "ca(n)sada".


Y lo ha hecho ya media docena de veces en las últimas semanas. Y amenaza con ponerse en huelga de brazos caídos (y libido caída, también, me temo yo). Y me recuerda incesantemente las múltiples tareas que debe ejercer dentro y fuera del hogar y hasta me las envía por correo electrónico con copia visible a todos sus contactos. Y su pandilla de amigas han optado por sumarse a la iniciativa de mi consorte y hasta han escrito una petición a la Real Academia Española de la lengua para que incluya el término "ca(n)sada" en su próxima actualización.


Y los maridos de su mafia de amigas ahora me contactan a mí para insultarme por la iniciativa de mi esposa, conminándome a que la controle, a que tome las riendas de mi matrimonio, etcétera. Y lo peor de todo es que la cachifa acaba de renunciar para enrolarse en esta especie de guerrilla urbana que amenaza con hacer explotar la sacrosanta paz conyugal urbi et orbi.

lunes, 3 de marzo de 2008

EL SÍNDROME DEL POLIEDRO

Ayer domingo fui con mi hija a disfrutar del Ballet Teresa Carreño al Teatro Municipal. Y, una vez más, vi aflorar lo que a mí me ha dado por denominar "el síndrome del Poliedro", que consiste en que —sin importar cuál espectáculo se vaya a ver ni dónde— el público asume que está en el Poliedro, ejerciendo un protocolo (¿poliédrico?) que no responde al paisaje culturoso donde en verdad se está escenificando el evento en cuestión.
Me explico: lo único que faltó ayer en el Teatro Municipal fue que vendieran cerveza para amenizar las cotufas que algunos rumiantes merendaban en plena función de las cinco de la tarde. Aparte de ello, la audiencia no pudo reprimir su entusiasta impulso feroz de aplaudir impuntualmente a destiempo o llevar "el ritmo" de Kachaturian o Ginastera con algunas de sus extremidades. Tampoco omitieron una emotiva exclamación de tristeza que evidenciaba el duelo colectivo —público y notorio— por "La muerte del cisne" —cuya foto capturada por mí, sin nece(si)dad alguna de disparar el flash de mi cámara— aquí posteo.
La otra foto es de la sabrosa pieza "Texturas", coreografiada por Héctor Sanzana. El grueso de los espectadores desoyó olímpicamente aquello de apagar sus teléfonos celulares, ofreciendo un variopinto recital de "ringtones" cada uno más cutre y deleznable que el subsiguiente. A falta de los atávicos fuegos artificiales, los "flashes" de las cámaras y, una vez más, teléfonos celulares, "iluminaron" la sala con sus urticantes destellos.
Cultura dominical de sobremesa, en vez de misa, para la masa desprovista de musas a las que encomendarse. Podéis ir (a hacer pis) en paz. Demos gracias al sopor. Ah, men.
E, inmediatamente después, a paso prestísimo, a embutirnos en la estación de Metro de la esquina, tarareando a Héctor Lavoe: "en-tren, que caben cien: 50 parao (sic), 50 de pie".

viernes, 29 de febrero de 2008

TAN BISIESTAMENTE

Ella responde al nombre de XorYeliZ. No se vayan a creer que se trata de un animal doméstico. Doméstica sí es, ya que trabaja como cachifa de alquiler limpiando una casa ajena por día, de lunes a sábado, en jornadas impuntuales de 8 ó 9 horas, dependiendo de la mugre que se encuentra en cada caso y que ella debe exterminar con cautela. Su labor le da derecho a un cafecito o dos y a un almuerzo caliente por cuenta del contratante.
Xoryeliz nació el año bisiesto de 1988, en la Maternidad Concepción Palacios de Caracas. En el también bisiesto año redondísimo que fue el 2000, la niña de doce años comienza a cachifear al lado de su madre. No en combate, sino en cambote, su vientre fue invadido en el 2004 —a sus dieciseis— por varios vecinos del cerro profundo, hondeando en sus entrañas anegadas de diversas emisiones de semen sucesivo en muestras genéticas de misiles disímiles. Tuvo suerte de no salir preñada.
Ahora, en el 2008, Xoryeliz celebra su cumpleaños número 20. Tendremos que esperar hasta el 2012 para enterarnos de la vida y milagros de esta proverbial "monalisa" criolla que casi nunca desnuda su sonrisa. Así, digo yo, tan bisiestamente como su propio natalicio.

martes, 26 de febrero de 2008

MENSAJES DE TEXTO EN EL CELULAR DE MI ESPOSA

(Foto: Marcus Ranum)
Debo confesar que no acostumbro ponerme a espiar los mensajes de texto que recibe mi esposa en su celular, pero hoy sucumbí a la tentación ante tanto SMS recibido. Transcribo textualmente lo que leí:
ARROZ PAIRBOLED EN CENTRAL MADEIRENSE DE LA AVENIDA VICTORIA
LECHE EN POLVO EN LUVEBRAS DE HORIZONTE
AZÚCAR EN EL CADA DE SAN BERNARDINO
HARINA DE TRIGO EN LOS BUHONEROS DE GATO NEGRO
QUESO PAISA BLANCO REGULADO EN EL LICARCH DE LA BOYERA
¿ALGUIEN SABE DONDE HAY MAZEITE?